05 enero 2006

Unos poemas a Bulldog

Recuerdo el optimismo que me llenaba cuando me enteré de que Bulldog estaba enfermo. Si bien no era algo banal, yo contaba con la experiencia cercana de que esas cosas se pueden superar. Y además, Bulldog, era joven. Todo me hacía pensar que saldría adelante.

Por eso, mis primeros mensajes a Bulldog, ya en el hospital, fueron de positivismo. Como le dije una vez, viajo relativamente a menudo a Barcelona, así que la próxima vez organizamos algo y nos tomamos una copa juntos. No hubo posibilidad. La siguiente vez que viajé allí, fue el día después de su funeral. Me siento tan egoísta al desear haber ido a Barcelona antes sólo para conocerle. Porque quizá en el fondo yo no contara con la necesidad de ir para apoyarle a superar algo que internamente yo daba por vencido. Porque sí. Porque José Luis, por lo poco que le pude conocer a través del foro, de mensajes privados y de lo que me comentaba la gente, era, más que el perro, el hueso duro de roer. Tanto que incluso planeamos hacerle un regalo cuando saliera del hospital, pero eso se lo dejo a Gaviota, si quiere contarlo.

Otros mensajes que envié al hospital fueron poemas. Pensé que el hecho de que viera algo lírico entre las cartas le haría olvidarse del dolor y del momento. Os copio los poemas que le envié. Ahora que los leo, los noto cargados de tristeza, como presagiando lo que no quería que fuera.

Hoy hace calor. Ya llega el estío.
Siento el dolor de unas manos calladas
y el cariño apagado de almas pasadas.
Hoy hace calor. Y aún tengo frío.

Echo en falta el tiempo y lo que fue mío.
Las bromas, los chistes, las risotadas.
El timbre ténue de las campanadas.
Las caricias son como agua de río.

Refrescan tanto y te dejan vacío.
El fuego del alma nunca se pierde.
Es como el lento tictac de un reloj.

Un murmullo vital, amigo mío,
un ruiseñor que cantando te muerde.
Te echamos tanto de menos, Bulldog.

Miro al cielo a través de mi ventana.
Pienso en las cosas que hacen vivir.
Los amigos, el amor, sonreír...
Miro al cielo al despertar de mañana

y sueño, con esa inocencia vana
que dan los años aún por venir.
Miro al cielo, y el sol al refulgir
me despierta con canto de campana.

Bajo la vista y descubro quién soy:
un soñador con el alma encendida,
un pensamiento de infinito azul.

Respiro. Hoy seguirá siendo hoy.
Y con un hola saludo a la vida
con nostalgia de tu persona, Bull.


El día que murió Bulldog me enteré de la noticia por Gaviota, si mal no recuerdo, muy temprano por la mañana. Me atreví a publicar el mensaje en el foro para que la gente lo supiera. Y empecé a lloriquear como un niño. En ese momento fui consciente de lo que no había hecho, de ese continuo tintineo en la conciencia que te carcome por dentro, por todo lo que pudo ser y no fue. Nunca me ha gustado particularmente el día de San Fermín; desde entonces menos aún.

¿Cómo es posible llegar a apreciar tanto a alguien a quien no conoces en persona? ¿Qué milagro de amistad es este en el que comulgamos los que escribimos en este blog?

Yo soy de la opinión de Edu respecto a la vida. Creo que nuestra principal función en este mundo es ayudar y hacer felices a los que podamos. Y José Luis, incluso con su muerte, nos ayuda a todos. Nos hace fortalecer una amistad. Nos hace recordar. Nos hace reír con su grandioso estilo. Nos hace soñar de nuevo...